¡Bonita manera tienes de asomarte a mis brazos!
te aúpas inclinada sobre las curvas de los dedos
provocando que el tacto anuncie,
en festín de susurros,
una cascada de arrullos,
libidinoso valle de enormes dinteles
por los que mirarte inquieto,
soliviantado,
de este pensamiento doloso,
y acurrucarte.
Una mecedora en la cuenca de las manos
que recoja, a ritmos de a dos,
las letras de tu nombre.
Bajo un mar de ojos cerrados,
sumergirnos despacio,
sin apenas mirarnos,
guiados por la presencia,
yo de la tuya, tú de la arena,
hago señales de humo lejos de nuestra cama,
para despistar a poniente
y que marche tras el sol de la aurora,
que no reparen el tiempo de las plumas,
que los pliegues de la almohada
sigan escribiendo rimas asonantes,
tercetos de amor macerados
sobre una capa de intenciones,
mejor así,
carne repicada de amantes iniciados.
Mañana no será,
anoche no ha llegado.-
te aúpas inclinada sobre las curvas de los dedos
provocando que el tacto anuncie,
en festín de susurros,
una cascada de arrullos,
libidinoso valle de enormes dinteles
por los que mirarte inquieto,
soliviantado,
de este pensamiento doloso,
y acurrucarte.
Una mecedora en la cuenca de las manos
que recoja, a ritmos de a dos,
las letras de tu nombre.
Bajo un mar de ojos cerrados,
sumergirnos despacio,
sin apenas mirarnos,
guiados por la presencia,
yo de la tuya, tú de la arena,
hago señales de humo lejos de nuestra cama,
para despistar a poniente
y que marche tras el sol de la aurora,
que no reparen el tiempo de las plumas,
que los pliegues de la almohada
sigan escribiendo rimas asonantes,
tercetos de amor macerados
sobre una capa de intenciones,
mejor así,
carne repicada de amantes iniciados.
Mañana no será,
anoche no ha llegado.-