Fiestas de guardar




Cómo levita la aurora sobre las ganas del día,
cómo retoza el principio,
cabalga el laberinto de mil horas por delante.
La radio madruga,
que mire al sol, me dice,
cielos despejados, chilla,
y se eriza la piel cuando refleja el tiempo,
dos vueltas de reloj,
todo el tiempo del mundo.
Una hoja en blanco para escribir qué hacemos
y la cama nos impulsa hacia las huestes de la mañana,
y el aire es nuestro.
Una cuadrilla de grullas,
eterna comitiva anunciadora,
nos aprieta en los minutos.
Los domingos no tienen horas,
sólo niños.
Me doy la vuelta
y busco el oído que esconde tu pelo,
una mirada perezosa,
una sonrisa desnudada,
y en el primer aliento... un susurro:
arrastrarte a la noche
donde andábamos escondidos.-

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