Ellas mandan


No las puedo tener sin tiempo
porque no se repiten,
y constantes se empeñan en ordenar sucesos.
Presente, pasado, futuro,
así de inevitable.
Si no están, no existo,
estoy porque me ofrecen la posibilidad de hacerlo,
en una dirección, nunca la contraria.
Esenciales y naturales,
tanto que estoy obligado a asumirlas.
Nunca mueren,
como la razón y la palabra.
Irremplazables
irrecuperables,
diosas que guardan las puertas del Olimpo.
Quieren ser previstas,
críticas, en punto,
empleadas y pasadas,
perdidas y extraordinarias,
decisivas y amargas,
de salida y llegada.
Las hay de gloria.
Y nos exigen una liturgia
que obliga a respetarlas.
En tiempo nocturno,
a tiempo diurno,
mis horas, cada una,
ellas mandan.-


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