Onírico premio




Comer en tus manos siempre limpias,
posarme confiado sobre el borde de tus yemas
mientras acaricias mi lomo de sumido deseo.
Adoro las estampas más etéreas
segundos efímeros que confunden suspiros.
Así me proteges,
como una barrera que ansío,
así se alimenta un amante,
suave sufrimiento de espuma.
En un tiempo los trinos te llamaban.
Desde mi árbol he pronunciado tu nombre
una vez, otra vez,
y así quiero lo que tú quieres,
y con mi canto que no molesta,
aterrizo sobre tus dedos
a picotearte mientras señalas.
Y en el arrullo
libero las maneras que te conquistan,
aquellas que levantan la sonrisa que más anhelo,
las que marcan el terreno en el que poseo,
dueño de tu cariño que es coqueteo,
batalla que gano sin ondear estandartes.
Oriflama de grises y estrellas
que me envuelve en una melancolía que repito cada tarde,
cuando acudo,
siempre limpias,
a comer a tus manos,
a buscar mi recompensa.-

Tenso tenerte




Ya temo en el dolor más arrebato,
si anuncias desnudarte en el espejo,
dejar que me consuma sin complejo,
si quiero convencerte del recato.

Sufro porque cese este mal rato,
por librar obsesiones que no dejo
y por llegar a tu lado siendo viejo,
cumpliendo las verdades que yo acato.

Y es que sois vos quien pinta despertares,
quien desvela los sueños de mañana,
quien endulza pesadillas y pesares.

Sois la dama que quiero en mi ventana,
la sombra que acompañe a mis andares,
quien gana la batalla más liviana.-

Fiestas de guardar




Cómo levita la aurora sobre las ganas del día,
cómo retoza el principio,
cabalga el laberinto de mil horas por delante.
La radio madruga,
que mire al sol, me dice,
cielos despejados, chilla,
y se eriza la piel cuando refleja el tiempo,
dos vueltas de reloj,
todo el tiempo del mundo.
Una hoja en blanco para escribir qué hacemos
y la cama nos impulsa hacia las huestes de la mañana,
y el aire es nuestro.
Una cuadrilla de grullas,
eterna comitiva anunciadora,
nos aprieta en los minutos.
Los domingos no tienen horas,
sólo niños.
Me doy la vuelta
y busco el oído que esconde tu pelo,
una mirada perezosa,
una sonrisa desnudada,
y en el primer aliento... un susurro:
arrastrarte a la noche
donde andábamos escondidos.-

Ni blanco ni negro




Gris,
cielo gris.
Abrazo las nubes
y los olores mojados sobre una brisa gris,
cielo gris.
Ánimo gris, dulce voz,
la pena gris y el dolor,
la ausencia no viaja
y la espera es gris,
cielo gris.
Yo quiero una torre de babel
y subir, trepar,
coger desde el cielo el gris,
esconder el tañido constante
y el compás de un ritmo gris,
cielo gris.
Trastoco una húmeda luz,
un reflejo gris.
Ordeno este mundo azul
y en el anverso el gris.
Ya no te pido gris,
sólo añil,
mil suspiros sí,
cielo gris.
Yo no huyo más,
amante gris.
No ignoro el mar,
un reflejo gris,
al llamarte, mi voz,
desgañita el gris.
Y una puerta más
para tapar pasión,
cerrada y gris,
mi querencia,
cielo gris,
gris, sí, mi amor.-

Mucho ruido




A tus pasos me asomo,
lejana diosa imperturbable.
Con tu afonía de expresiones
lucho para robarte un guiño,
discrepo con los espacios donde reencuentro exigencias,
multitudes de culto que te han hecho más reina.
Auxilio de plañideras,
eco de aplausos embaucadores
que me distancian más a cada halago,
a tu miseria encalada
de Judas repletos de vanidades,
expertos en turnos para velarte.
En el compás hay silencios
y yo grito más que nadie
al volver a llamarte,
muy despacio,
a romper la distancia que se va dibujando,
¿Quién diseña los años de la rutina?
Renuevo en la memoria las lecturas que nos unieron,
busco la imagen de ese mismo recuerdo,
que rebrote el murmullo
que te llama seguido,
continuo,
insistente,
con el hilo capaz de aguantar cualquier trazo,
en una razón para no dejarlo.
El silencio en que te grito
entre dos corcheas y el mismo océano.-